lunes, 5 de septiembre de 2011

La inefable muerte.



Conocer la muerte de una persona joven es algo que te remueve intensamente, te abre la cabeza, te hace pensar cosas que antes no veías.

Si la muerte es un adiós o un hasta luego? A mi parecer, poco importa.










Oda a Henriette


Tú, con la mirada perdida
Yo, con los brazos cruzados
De ese modo
Tan fortuito
Nuestras dos existencias se encontraron.

Las palabras fluyeron pronto
Las caricias vinieron luego
Y las risas, las venias,
la cicatriz y el deseo.

Tenías tantas ganas de vivir, Henriette
Tantas, tantas ganas
No entiendo por qué las olvidaste
Antes de tiempo.

Cómo borrar aquella noche en el teatro callejero
Cuando los encargados casi nos corren a golpes
Por importarnos un rábano
el drama que en escena se desataba:
Nosotros nos reíamos hasta el cansancio.

O cuando caminamos por horas sin detenernos
Decididos a encontrar el pastizal perfecto
Que pudiera sostener nuestro cansancio
Se nos hizo tan tarde buscando
Que una vez que desfallecimos en él
El frío nos regaló la mejor de sus gripes.

Cómo olvidar tu risa tan contagiosa, Henriette
Cómo olvidarla
Cómo obviar el hecho
de que me haces tanta falta.

El tiempo, nuestro tiempo fue tan corto
Comparándolo con la eternidad del olvido
En ocasiones mi mente juega a recrearte
Otra vez ahí,
Con tu sombrero azul celeste
Y tu música marchitando mi oído.

Pero no estás,
no estarás nunca más
Y todavía, Henriette, no puedo concebirlo
Siento que extravié una parte de mí
Aquella que se esfumó en ese volátil adiós
Mientras agitabas tu brazo
Y tu boca reflejaba tu inagotable alegría.

El tiempo se nos hizo ínfimo
Pero no fue nuestra culpa
Cómo habría de saber el cielo
Que mientras compartíamos un par de minutos
El mundo tomaba otro significado.

Ya no intento reemplazarte, Henriette
Créeme que lo intenté durante muchos años
Pero ya me he resignado
A que no pudiste volver a la vida
como una flor de seis colores
A pesar de haberlo deseado
Aunque de vez en cuando
de todas formas
Miro de reojo los jardines del tiempo
Quién sabe, sólo por si acaso.

Eres mi ejemplo de lo efímera que es la vida
Eres la sonrisa con la que nunca me volveré a contagiar
Eres la paz que nunca alcancé a descifrar
Eres la sangre que no brota de ninguna herida.

Y no sé si en algún otro universo
volveremos a encontrarnos
Y aunque así fuera
dudo que recordases mi nombre o mi rostro

No importa, querida Henriette
Porque desde el día en que dejaste este mundo
Vives en mí
Respiras por mí
Fluyes en mí
Tal como ambos acordamos.



2 comentarios:

  1. Buenísmo como siempre! Cómo nos cambian el chip estas cosas...:/

    ResponderEliminar
  2. Leer esto es recordar y volver a amar...bellas líneas...

    ResponderEliminar